Los tres personajes presentes en Garip conforman, junto con sus sombras, una tribu salvaje y fanática, que introduce a los espectadores en un mundo indómito. Mario Bermúdez trabaja estrechamente con la diseñadora de iluminación, Mamen BGil, para jugar con los volúmenes y sombras de cada bailarín, siguiendo de cerca cada uno de sus pasos, de forma secreta y casi mágica. De esta forma los cuerpos navegan entre la luz y la sombra. Por momentos se ven totalmente envueltos en ésta, y otras veces se provoca al público para que vea que no hay sombra sin la potencia y el poder de la luz.